por S. Stuart Park
No resulta fácil cerrar esta serie de reflexiones sobre las siete edades del hombre con esta última, que parece dar al traste con la ilusión que generan los recuerdos de la infancia y la niñez, la adolescencia y la juventud, la madurez e incluso la vejez, para dar el portazo definitivo a la vida y a las ganas de vivir. Ha venido a mi mente el lamento de Antonio Machado ante la pérdida de su amada Leonor:
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón, y el mar.
Machado murió en el exilio en el sur de Francia en febrero de 1939, y en el bolsillo de su chaqueta se encontró este fragmento de un poema por empezar:
Estos días azules y este sol de la infancia.
¡Cuántos recuerdos evocan estas imágenes del patio de Sevilla de su infancia con el huerto claro donde maduraba el limonero! Y ¡qué nostalgia sentimos nosotros al rememorar nuestra propia infancia, con sus paseos por el campo en busca de nidos, y tardes de pesca en el canal!
Me he acordado, también, ¿cómo no?, de otro gran poeta, el salmista inspirado que escribió:
Aunque ande en valle de sombra de muerte,
No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;
Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores;
Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,
Y en la casa de Jehová moraré por largos días.(Sal. 23:4-6).
Al final de su azarosa vida de éxitos y fracasos, David juró diciendo:
«Vive Jehová, que ha redimido mi alma de toda angustia» (1 R. 1:29), y así durmió en espera de «la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio» (2 Ti. 1:10).
Me asomo al balcón y escucho el murmullo del río que pasa bajo el puente, como nuestras vidas que van a dar un día en las playas de la eternidad donde espera el Salvador.
Solo resta decir: Gracias, de corazón, por haberme seguido hasta aquí.
Posdata: A partir de la próxima semana iniciaremos una nueva serie de artículos titulada
Quid pro Quo, que versará sobre «
los cuatro rostros del amor». Os invito cordialmente a seguir a mi lado, semana a semana, como hasta aquí.
25/05/2024 Gracias, Stuart. Ya llegaste al final del blog. Enhorabuena. El último capítulo interesante y esperanzador. Ahora con la ilusión de empezar....
Un abrazo.Amelia BERZOSA FRANCO Valladolid |
25/05/2024 Bueno, Stuart, qué bien haber llegado al final de otro ciclo de memorias, meditaciones bíblicas y consideraciones sabias. Que se convierta en otro libro pronto. Muchos saludos afectuosos a Verna y a ti.Aurora CAMACHO DE SCHMIDT Profesora emérita en el Swarthmore College de Pennsylvania, EE.UU., y poeta. |
25/05/2024 Llegados a este punto de la serie con alusión a la inevitable partida, los tristísimos versos de Machado quedan sabiamente contrapesados con tu pertinente cita del Salmo 23.
"ya estamos solos, mi corazón y el mar"
"No temeré mal alguno porque tú estarás conmigo"
Magnífico broche final querido hermano.
Un abrazo.Jesús BARAJAS Santovenia de Pisuerga |
25/05/2024 Qué bonita la despedida de Las Siete Edades del Hombre. Triste/Nostálgica pero también esperanzada. La despedimos con gratitud y damos la bienvenida a 'Quid pro Quo'
Gracias.Justina SANZ Santovenia de Pisuerga. |
24/05/2024 Querido maestro,
Constituye para mí un verdadero orgullo poder colaborar humildemente en tu trabajo de proclamación del Evangelio con tus dos magistrales herramientas: tu Conocimiento profundo de las Escrituras, y tu admirable Dominio de la lengua cervantina. Unido todo ello a los artísticos Dibujos de Anna, que no desmaya en su encomiable labor semanal.
El Señor nos permita a todos seguir durante muchas entregas más.
Abrazos. Manuel MARTÍNEZ MUÑOZ Maestro jubilado, enamorado de la lectura. |