Los cuatro amores Quid pro Quo. Los cuatro rostros del amor (1). Amabilidad.
por S. Stuart Park Valladolid, 31 de Mayo de 2024
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C.S. Lewis (1898-1963) |
Comenzaré con una doble confesión en descargo del título de esta nueva publicación. Primero, me ha cautivado el uso epigramático del latín desde que de joven intenté aprender aquella maravillosa lengua en el Preston Grammar School. En una reciente visita a una iglesia del s. XIV situada en la bucólica campiña del condado de Kent, sin ir más lejos, me deleitó una inscripción desconocida para mí: ESSE QUAM VIDERI, que quiere decir ‘Ser, no Parecer’: tres palabras fáciles de recordar que abren un mundo.
El sentido de la frase es inequívoco. Pero la que sirve de pórtico para este libro no es lo que parece, de ahí la segunda confesión: siempre he pensado que la conocida locución quid pro quo (en latín ‘esto por aquello’) significaba la compensación de una cosa por otra, es decir, que era semejante al igualmente familiar giro en latín do ut des (‘yo te doy para que tú me des’); y este es su sentido en el uso común. Originalmente, sin embargo, la expresión señalaba algo muy distinto: no la compensación, sino la sustitución de una cosa por otra, como, por ejemplo, en el caso de la corrección de una errata textual: el correcto quid en lugar del erróneo quo.
La anécdota viene a cuento de la temática de esta nueva serie de artículos, que versará sobre los «cuatro amores» popularizados por C. S. Lewis en su libro The Four Loves, que obtuvo gran éxito tras su publicación en 1960. El verdadero amor no da para recibir en beneficio propio y procura dar para hacer bien al otro, el «camino mejor» al decir de S. Pablo.
Las cuatro partes en las que Lewis dividió su estudio, con su correspondiente término en griego, son: Afecto (στοργή); Amistad (φιλία); Amor pasional (ἔρως); y Amor divino (ἀγάπη). Según este esquema, el amor se manifiesta bajo cuatro «rostros» que conforman la imagen plena de nuestra experiencia vital. El amor más básico es el de una madre por su bebé, o un padre por su hijo, que Lewis explora en profundidad, y a su hermoso libro (traducido al castellano bajo el titulo Los cuatro amores en 1991) remitimos a nuestros lectores. Hay otros amores: el amor por la Patria, por la música, por la fauna y flora, que exceden al modesto margen de las páginas que siguen.
Nuestra pretensión es más sencilla, menos erudita, más de andar por casa, que la de Lewis. Con su permiso, hablaremos de Amabilidad o Afecto natural, Amistad o Amor fraternal, Amor pasional o romántico y, por último, el Amor supremo, el Amor de Dios. Empezaremos con la amabilidad, tal vez la expresión más modesta del amor.
Mi propia madre la tenía en gran estima. Acostumbrada a las «hondas y flechas del infortunio», e hipersensible ante los desplantes reales o imaginados perpetrados por otros, la sonrisa de la dependienta en una tienda o de una acompañante en el asiento del autobús le llenaba de satisfacción: “Oh, isn´t she lovely! ” exclamaría por el mero hecho de haber recibido una muestra de cortesía o un trato afable.
La mera amabilidad no es desdeñable, por tanto, y ahí es donde comenzaremos nuestro periplo por los cuatro amores que tanto nos afectan a todos.
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COMENTARIOS DE LOS LECTORES: 1
31/05/2024 Reconozco haber estado expectante; decía para mí: a ver cómo comienza.
Tú, querido Stuart, no debes de sufrir ese vértigo que algunos autores, -antes de comenzar un artículo- nos dicen que sienten ante la página en blanco.
Comienzas de forma sencilla, amable y, despertando interés; he aquí \"el quid\" de la cuestión.
Un abrazo,Jesús BARAJAS Santovenia de Pisuerga |
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