En el verano de 1972 nos despedimos del pueblo de Castile y nos trasladamos a Philadelphia, la Ciudad del Amor Fraternal, invitados por Lois la hermana de Verna y su marido Don Weaver, a la sazón pastor de la iglesia bautista donde nos incorporamos, una congregación tan acogedora como la de Castile y felizmente ajena a los cambios que desgraciadamente, llevarían a muchas iglesias hacia posiciones claramente politizadas que poco o nada tienen que ver con el evangelio cristiano, a nuestro parecer.

Una de las actividades en las que nos involucramos, una clase bíblica semanal con alumnos de una escuela técnica local se realizó en casa de los padres de Dennis Goldsborough, un artista del estilo de Andrew Wyeth, de cuyas acuarelas, a mi juicio, no tenía nada que envidiar. Con Dennis y su esposa Betsy formamos una amistad duradera, solo truncada en el caso de Betsy por su muerte con cáncer hace unos años.

El contraste entre la religiosidad de Dennis y la de Bruce Fountain en Castile resulta ilustrativa. Los dos fueron buenos amigos que se desvivieron por nosotros y ambos estaban involucrados en sus congregaciones y con el testimonio cristiano, pero mientras Bruce era más ben pragmático y prosaico, Dennis siendo artista era más despistado, incluso iluso, como se verá, si bien Betsy tenía los pies bien plantados en el suelo.

Los padres de Dennis nos acogieron con los brazos abiertos, y su casa se convirtió en un segundo hogar. Spence Goldsborough era un hombre templado, afable y prudente, mientras Alice era muy dada a escuchar al último gurú que predicaba en la radio y se hizo aficionada a un expositor cuyas ideas nos parecían raras como poco. Alice tenía un corazón de oro, era una mujer de armas tomar y al margen de sus peculiares ideas solo puedo hablar de ella bien. Falleció hace pocos meses con 99 años, y su entrada en el reino de los cielos no habrá pasado desapercibida, sin duda.

Dennis heredó la afabilidad de su padre, y también el gen de su madre en el terreno de la fe, y cuál no sería nuestro asombro cuando nos informó que según otro predicador radiofónico el mundo acabaría el 21 de mayo del año en curso (2014, creo recordar), y que toda la familia iba a celebrar una suerte de última cena en preparación para el ansiado evento. Betsy era muy escéptica, como sería de esperar, pero era su esposa, y qué remedio.

Conocedora de su enfermedad terminal, Betsy quiso realizar su sueño de visitar Europa, y Dennis quería ver la Mona Lisa en el Louvre, así que los invitamos a venir a Valladolid para luego acompañarlos a París. Fue cuando Dennis nos contó lo del inminente Fin del Mundo. No había manera de disuadirle (Cristo dijo que nadie sabe el día y la hora, ni siquiera el Hijo), así que ofrecí a Dennis un trato: «el día 22 de mayo, me enviarás una copia de todas tus serigrafías». Aceptó gustoso, y aquí están algunos de sus maravillosos cuadros en casa. (Del quid pro quo de la operación no hace falta entrar en detalle).

¿Cómo se explica la tendencia a creer lo increíble, o caer en la trampa de las teorías conspiratorias, o complicar la sencilla fe en Cristo? No lo sé, pero la tendencia va en aumento, y resulta más que alarmante. Con todo, la amistad puede trascender hasta las ideas más peregrinas y Dennis sigue siendo un amigo muy querido, hasta hoy.