por S. Stuart Park
La historia de Raquel terminó en Belén, futuro escenario del alumbramiento más trascendental de la Historia, presagiado en uno de los acontecimientos más hermosos de toda la literatura bíblica, el encuentro de Rut la moabita con Booz, ancestro lejano de Jesús.
La extraordinaria pericia de los narradores y poetas bíblicos está fuera de toda duda. José Jiménez Lozano nos ha recordado que los hebreos inventaron el arte de contar historias, y ha evocado
«la tensión existencial de las historias bíblicas y su soberbio lenguaje, el encanto o la grandeza a veces trágica de sus personajes». León Tolstoi llamó el ciclo de José en Génesis «la historia más bella del mundo», y Goethe calificó el libro de Rut como «el relato corto más hermoso». Contiene una de las escenas más intensas de la Biblia, trémula de emoción y honda espiritualidad, el encuentro nocturno de Rut y Booz en la era.
Noemí con su marido Elimelec había emigrado al vecino Moab en tiempo de hambruna en su Belén natal, donde sus dos hijos se casaron con sendas esposas moabitas, Orfa y Rut. Murieron allí los tres varones, dejando viudas a Noemí y Rut, y diez años después Noemí, oyendo que había pan en Belén, decidió volver acompañada de su nuera Rut. La llegada de las dos viudas coincidió con el comienzo de la siega de cebada en Belén, y Rut se ofreció a espigar detrás de los segadores. El propietario de la parte de los campos donde Rut acudió a espigar era Booz, «hombre rico de la familia de Elimelec», quien se fijó en la moabita, y tras informarse de su procedencia y talante, dio instrucciones para que los segadores la tratasen bien.
En un pasaje de gran belleza descriptiva, el narrador relata el encuentro entre Rut y Booz en el campo. Como Booz era pariente de Elimelec, con capacidad de redimir a la familia y restaurar su heredad, siguiendo las instrucciones de Noemí, Rut puso en marcha un ingenioso plan. Acudiría de noche a la era para pedir matrimonio a Booz:
«Descendió, pues, a la era, e hizo todo lo que su suegra le había mandado. Y cuando Booz hubo comido y bebido, y su corazón estuvo contento, se retiró a dormir a un lado del montón. Entonces ella vino calladamente, y le descubrió los pies y se acostó. Y aconteció que a la medianoche se estremeció aquel hombre, y se volvió; y he aquí, una mujer estaba acostada a sus pies. Entonces él dijo: ¿Quién eres? Y ella respondió: Yo soy Rut tu sierva; extiende el borde de tu capa sobre tu sierva, por cuanto eres pariente cercano. Y él dijo: Bendita seas tú de Jehová, hija mía; has hecho mejor tu postrera bondad que la primera, no yendo en busca de los jóvenes, sean pobres o ricos. Ahora pues, no temas, hija mía; yo haré contigo lo que tú digas, pues toda la gente de mi pueblo sabe que eres mujer virtuosa» (3:6-11).
El lenguaje recatado del narrador no esconde la intención amorosa de los dos protagonistas. Acostada junto a él, Rut descubre
«el lugar de sus piernas» (así en el original), y pide que extienda su capa sobre ella en clara alusión a su deseo de tener un hijo para restaurar la línea de Elimelec. Booz acepta de buen grado su petición de matrimonio, y resuelto un trámite administrativo y legal, fruto de aquel enlace nacería Obed, padre de Isaí, padre del futuro rey David, y ancestro de Jesús.