por S. Stuart Park
La expresión
Deus absconditus se encuentra en la versión latina de Isaías 45:15, «Verdaderamente tú eres Dios que te encubres, Dios de Israel, que salvas», un concepto fascinante que ejercitó a teólogos y pensadores como Tomás de Aquino, Martín Lutero y Blaise Pascal, entre otros. Implica que la aparente
ocultación de Dios tiene como finalidad nuestra salvación; es decir, que forma parte intrínseca de su carácter como Dios de amor. ¿Cómo entender esta paradoja? Jesús mismo la explicó:
«Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis, y no entenderéis;
Y viendo veréis, y no percibiréis.
Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
Y con los oídos oyen pesadamente,
Y han cerrado sus ojos;
Para que no vean con los ojos,
Y oigan con los oídos,
Y con el corazón entiendan,
Y se conviertan,
Y yo los sane.
Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen» (Mt. 13:13-16).
Cristo dará a conocer su verdad a quienes deseen conocerle, pero la ocultará a quienes desprecien su oferta de salvación. En otro lugar dijo que
«todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá». (Mt. 7:8), por lo que la responsabilidad recae firmemente sobre nosotros. Ahora bien, sería un error pensar que Dios «se encubre» como si quisiera hacer difícil encontrarle. Las evidencias de su presencia están a la vista para quienes quieren ver, y su voz es audible para quien la quiera oír, como cantó David (Salmo 19:1-4):
Los cielos cuentan la gloria de Dios,
Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Un día emite palabra a otro día,
Y una noche a otra noche declara sabiduría.
No hay lenguaje, ni palabras,
Ni es oída su voz.
Por toda la tierra salió su voz,
Y hasta el extremo del mundo sus palabras.
Pablo coincidió con el Salmista:
«Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo» (Ro. 1:20). No es difícil percibir el poder de Dios en la Creación, pero ¿cómo se percibe su
amor en un mundo esclavizado y roto de dolor? Será el tema de nuestra próxima reflexión.