La estrategia de Pablo Cuestiones de Palabras (4).
por S. Stuart Park Valladolid, 20 de Junio de 2025
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Platón |
Mientras redacto estas líneas suena en la radio una maravillosa aria del Mesías de Händel: «Se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles», música excelsa que embellece las inmortales palabras que Pablo escribió a la iglesia de Corinto (1 Co. 15:52).
El son de la trompeta podría hacer pensar que se trata tan solo de poesía, pero la imagen pertenece al mundo del simbolismo bíblico donde la fanfarria señala un acontecimiento trascendental. Se ve que la dramática experiencia de Pablo en Atenas no le había movido un ápice de su confianza en la realidad de la resurrección de Cristo y de su trascendencia para la Humanidad.
Hemos admirado la estrategia de Pablo en el Areópago ateniense al mostrar su respeto por la propia cultura griega antes de recalar en el mensaje central del cristianismo, la muerte y resurrección de Jesús. Muchos comentaristas bíblicos han criticado a Pablo por no entrar directamente a predicar a Cristo, sin embargo, y consideran que su estrategia evangelística fue un fracaso.
Todo hace pensar que si Pablo hubiese comenzado su discurso proclamando la muerte y resurrección de Jesús los atenienses habrían dado por terminada la sesión por incomprensible, al estilo de Galión, por lo que Pablo preparó el terreno cuidadosamente antes de abrir un horizonte el más amplio, la Creación del mundo y la igualdad de todos los hombres ante Dios.
Al mismo tiempo, si Pablo no citó las Escrituras hebreas para fundamentar su mensaje lo cierto es que todo cuanto declaró en su discurso resulta plenamente bíblico, presente desde el relato de la Creación, en la denuncia de idolatría por los profetas, y la responsabilidad moral de todo ser humano ante Dios.
¿Por qué decidió Pablo arriesgar la burla de unos y el escepticismo de otros al hablar de la resurrección? Lo hizo porque para él se trata del único mensaje que despeja las incógnitas de la vida humana y resuelve nuestro dilema moral.
¿Fue un fracaso la predicación de Pablo en Atenas, la ciudad que vio nacer a Sócrates y Platón, y fue el hogar adoptivo de Aristóteles, Epicuro y Zenón? Pensamos que no. Ya hemos recordado que «algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos», una cosecha nada desdeñable.
Al margen de su éxito inmediato, sin embargo, conviene poner en valor el impacto del mensaje de Pablo, que ha perdurado hasta hoy, como reconoció Georg Friedrich Händel en su Mesías inmortal:
«Se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles», escuchaba en la radio cuando comencé a escribir. ¿Tiene razón Pablo? ¿Hay algo en sus palabras? Habría que preguntárselo a Dionisio el areopagita y a una mujer llamada Dámaris.
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