por S. Stuart Park
El invierno de nuestro descontento llamó Ricardo III, en la epónima obra de William Shakespeare, al largo período de luchas y desazón que había padecido el reino, y la frase caló en la cultura popular cuando la prensa bautizó así la huelga de los mineros que fue aplastada por el gobierno de Margaret Thatcher en 1984-85.
«El invierno de nuestro descontento» bien puede tipificar, también, las postrimerías de la vida, con sus propias luchas y desazón, por lo que el sabio Qohélet nos advierte: «Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes de que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento» (Ecl. 12:1).
La noche de invierno nos avisa, como dice el poeta José Jiménez Lozano en su poema ‘El crujido’, cuando la «tierra está dura como el hierro, el agua como una piedra», en palabras de Cristina Rossetti, y el viento gime alrededor.
EL CRUJIDO
¿Entiendes por qué el crujido
de la madera encoge
tu corazón en la noche de invierno?
Sabes de qué te avisa, alégrate entonces
de poder arroparte aún con la piel suave
de marta, y pide
que se te conceda esta alegría
aún muchos inviernos. Más no pidas,
no exijas más, sé modesto y realista:
eres un hombre, sólo esto.
El crujido de la madera en invierno es un sonido que nos es familiar. Nuestra casa en Asturias tiene un techo de castaño, sensible a los cambios de temperatura cuando encendemos la chimenea o cuando el sol entra cegador por la balconera de cristal. El castaño, otrora rey del bosque, sirve ahora de techumbre, como el olmo centenario de Machado que el carpintero convertirá en melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta cuando sucumba al hacha del leñador.
La piel suave de marta que arropa al poeta correteaba antaño por las ramas del bosque, y en lo profundo de la noche la memoria de estas cosas encoge el corazón. Pero no para infundir tristeza, sino alegría, porque el Señor nos ha concedido una noche más, y tal vez mañana nos conceda un día más para vivir y, a fin de cuentas, si somos modestos y realistas, más no podemos pedir.