Fines de semana Las siete edades del hombre (12). Niñez.
por S. Stuart Park Valladolid, 18 de Agosto de 2023
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Avefría |
Algunos fines de semana, cuando hacía bueno, mi padre nos llevaba a mis hermanos y a mí a buscar nidos en el campo. Tenía una habilidad extraordinaria para encontrar nidos de pájaros pequeños como mirlos, zorzales y pinzones en los setos, y a veces subía por las ramas de un arbusto para bajar un huevo de urraca para añadir a nuestra colección. Incluso andando por los campos arados era capaz de ver un nido de avefría en el suelo, y los huevos nos parecían la cosa más bonita del mundo.
En una ocasión, el 1 de mayo de 1954 (he comprobado la fecha después), pasábamos por una casa que tenía la ventana abierta y oímos la voz de un locutor de radio narrando un partido de fútbol, la final de Copa entre el Preston North End y el West Bromwich Albion, en Wembley. Supe, no mucho tiempo después, que habíamos perdido 3-2, aunque partimos como grandes favoritos, según se decía, ya que había muchos jugadores internacionales en el equipo. (Diré de pasada que la primera final que vi en la televisión, en blanco y negro, la ganó el Manchester City 3-1 al Birmingham City, el 5 de mayo de 1956, fácil de recordar por coincidir con el cumpleaños de Verna).
En primavera, si el tiempo lo permitía, subíamos en un autobús para ir a Garstang, un pueblo cercano, para merendar en el Bluebell Wood, llamado así por las campanillas azules que tapizaban el suelo de un bosque pequeño. Había una tienda cerca de la estación de ferrocarril donde comprábamos un delicioso helado y nos sentábamos a ver pasar los trenes que cubrían la línea de Londres a Glasgow.
El entorno de Preston era bucólico, con prados ondulantes donde pastaban ovejas y vacas en un mosaico verde trazado por muros de piedra y setos. Antaño la ciudad fue cuna de la Revolución Industrial (1750-1850) y un centro importante de lana cuya economía fue transformada gracias a sir Richard Arkwright, natural de la ciudad, inventor de la «lanzadera giratoria» que revolucionó la producción textil.
La Revolución Industrial hizo muy ricos a unos pocos —Arkwright se convirtió en uno de los hombres con mayor fortuna del país— pero dejó en la pobreza a miles de personas que trabajaban en condiciones durísimas en las fábricas. Incluso cuando la industria textil había desaparecido casi por completo de la ciudad, recuerdo cómo una amiga de mi madre hablaba por señas y solo movía los labios, porque en la fábrica donde había trabajado las palabras no se podían oír debido al ruido estruendoso de las maquinas.
Charles Dickens ubicó en Preston su novela Hard Times («Tiempos difíciles») que describe las condiciones en las que vivía la gente en una ciudad textil. Nosotros vivíamos en una de las casas adosadas de ladrillo rojo típicas del norte industrial, y nuestras tardes del sábado en el campo nos permitían huir de la ciudad.
Todo ello me era desconocido a la sazón y solo recuerdo que a mi padre le sangraban las manos tras apartar las ramas de un espino en busca de un huevo de urraca, y admiraba el esfuerzo que hacía para alcanzar un nido de focha entre los juncos de una charca, o de una lavandera entre las piedras de un muro.
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