El joven David Las siete edades del hombre (23) Adolescencia.
por S. Stuart Park Valladolid, 03 de Noviembre de 2023
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Honda con cuatro piedras lisas |
Se estima que David tendría unos dieciséis años —es decir, demasiado joven para alistarse— cuando su padre le envió al frente para llevar vituallas a sus hermanos. Lo que allí sucedió retrata tanto al joven David como a sus hermanos, al rey Saúl y al ejército de Israel (1 Samuel 1:17). Su victoria frente al gigante filisteo Goliat en combate individual le convirtió de la noche a la mañana en héroe nacional y las mujeres coreaban su nombre en las canciones populares del país.
El triunfo de David, que ha llegado a nosotros como símbolo de la victoria del pequeño frente al grande no fue fruto del ensalzamiento patriótico o la leyenda, y acarreó para él no solo la gloria sino también las desgracias que jalonarían la azarosa vida que le esperaba.
David era un héroe amado por el pueblo más que cualquier otro, y el blanco de la saña de sus enemigos como ningún otro personaje de la historia bíblica. Tan atractivo y admirado por el pueblo era el joven David como odiado por el paranoico rey Saúl, por lo que se vio obligado a salir del país y vivir como un fugitivo.
Documentar los vituperios que cayeron sobre David a lo largo de su vida sería tan arduo como penoso, y desde los primeros compases de su historia la motivación de David fue cuestionada. El episodio de Goliat no le libró de la calumnia y la descalificación: de ello se encargó su hermano mayor Eliab quien, al ver a David entre los «varones de Israel», le espetó: «¿Para qué has descendido acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto?» La insinuación de Eliab era falsa, motivada por la envidia, y dio paso al insulto: «Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido» (1 Samuel 17:12-28).
No nos cabe duda de que el valiente David, capaz de defender a sus ovejas de los ataques del oso y el león (1 Samuel 17:34-37), ansiara ver la batalla, incluso participar en ella si se presentaba la oportunidad; pero no por soberbia ni por malicia (defectos que rezumaban las palabras del propio Eliab), sino por celo de la casa de Israel. La calumnia lanzada por Eliab marcó el inicio de un duro trato que recibiría David a lo largo de su carrera.
El protocolo del combate individual formaba parte del procedimiento militar del tiempo, y permitió mostrar a propios y extraños el poder de la sencilla fe en Dios frente al orgullo humano. David salió armado tan solo de una honda y cinco piedras lisas tomadas del río en su zurrón, mientras Goliat llevaba casco de bronce, cota de malla, grebas de bronce y una lanza cuya asta era como «un rodillo de telar y tenía el hierro de su lanza seiscientos siclos de hierro; e iba su escudero delante de él».
David salió «en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel». La fe en Dios puede más que toda la panoplia del poderío humano, una lección que haríamos bien en recordar en todas las edades de nuestra vida.
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COMENTARIOS DE LOS LECTORES: 2
08/11/2023 Conmovedora y preciosa historia la que comienzas a relatarnos.
Es todo un regalo leerte cada viernes.
Un fuerte abrazo.Jesús BARAJAS Santovenia de Pisuerga | 07/11/2023 Querido Stuart, qué emocionantes tus palabras al describir a David, no sólo en este bello artículo sobre "El joven David", sino siempre que hablas de él en tus múltiples escritos.
Hoy me han impactado estas breves palabras sobre David, por la profundidad del tema y la provocación de su contenido. Gracias, Stuart, por tu fidelidad y constancia al regalarnos estos preciosos escritos que sirven de meditación y configuración de nuestra cristiana existencia.
Un cordial saludo. Aurelio GARCÍA MACÍAS Roma |
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