Primer contacto con Madrid Las siete edades del hombre (26). Juventud.
por S. Stuart Park Valladolid, 24 de Noviembre de 2023
|
Benito Pérez Galdós |
Mi primer contacto con España tuvo lugar en el verano de 1964 cuando pasé cinco semanas en Terrassa antes de ir a la universidad, como he recordado anteriormente. No pude adivinar entonces que mi vida estaría estrechamente unida al que ha sido mi lugar de residencia durante más de medio siglo.
Estando en la universidad tuve conocimiento del movimiento internacional Operación Movilización que se dedicaba a la difusión de las Escrituras en varios países europeos, entre ellos España. Me alisté en sus filas, y el efecto profundo que produjeron en mí España y sus gentes ha perdurado hasta hoy.
La primera vez que llegué a Madrid, una ciudad que conocía por mi lectura estudiantil de Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós fue en tren. Llegando a la estación de RENFE de Príncipe Pío, observé cómo algunas de las rocas que adornaban la zona del norte de Madrid estaban pintadas con letras grandes que anunciaban ULLOA ÓPTICA. Muy importante debe de ser aquella empresa, recuerdo que pensé. Resulta curioso cómo una cosa tan intrascendente haya permanecido en la memoria, mientras que no me acuerdo del motivo del viaje, ni a dónde me dirigí cuando bajé al andén.
En el compartimento del tren coincidí con dos simpáticos ciudadanos marroquíes que pelaban sendos plátanos antes de trocearlos con un afilado cuchillo. Recuerdo que uno de ellos tenía un diente de oro que relucía cuando sonreía, un fenómeno que no había visto antes, y aparte de aquella curiosa estampa no recuerdo ningún otro detalle del viaje.
En la estación los mozos portaban las maletas de los viajeros mientras algunas mujeres, probablemente oriundas de Galicia, llevaban pesados bultos encima de la cabeza, andando erguidas, mirando de frente y sin dar un paso en falso.
Llegar a Madrid era entrar en un mundo nuevo. El viaje en Metro costaba una peseta y el litro de gasolina, siete. En los bares los albañiles bebían su copa de coñac o anís de un solo trago y devolvían la copa vaciada sobre la barra con un certero golpe antes de repetir la operación y volver al trabajo.
Agentes de tráfico con sus uniformes azules y cascos y guantes blancos dirigían el tráfico con aspavientos espectaculares y agudos silbatazos, y los taxis negros con franja roja circulaban a gran velocidad entre los Seiscientos blancos y los autobuses, y algún que otro coche oficial.
Por la noche los serenos abrían los portales de las casas alertados por las voces de los vecinos que golpeaban con insistencia en la puerta de sus inmuebles. El fenómeno de los serenos aumentaba la sensación de orden y seguridad que promovía el franquismo a la sazón.
En aquella época siempre experimenté cierta intranquilidad al sentirme al margen de una sociedad tan homogénea y fuertemente estructurada. Y así llegué a Madrid, bisoño y ansioso, sin saber lo que depararía el futuro.
Lecturas de este Artículo: 269
Si desea participar con su opinión sobre los Artículos del Blog, debe registrarse como usuario. Gracias. |
|