Sin blanca en París y Londres Quid pro Quo. Los cuatro rostros del amor (3). Amabilidad.
por S. Stuart Park Valladolid, 14 de Junio de 2024
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George Orwell |
Down and Out in Paris and London, traducido al castellano en 2015 como Sin blanca en París y Londres, es el título de un libro que publicó George Orwell en 1933 en el que cuenta su experiencia viviendo entre los desfavorecidos de aquellas dos prósperas ciudades para conocer de cerca la experiencia de ellos en los bajos fondos de la sociedad.
Eric Arthur Blair (1903-1950), conocido por su seudónimo de George Orwell, fue un novelista, periodista, ensayista y crítico británico nacido en la India colonial quien en la primavera de 1928 se propuso vivir durante dos años como un sin techo y se mudó a París, donde permaneció año y medio sobreviviendo entre pobres, mendigos, vagabundos y marginados, y luego continuó de la misma forma en Londres. Célebre autor de Rebelión en la granja y 1984 entre otras obras, su experiencia del trato recibido en los hoteles donde trabajó de camarero, y en la calle, ha quedado conmigo desde que leí el libro hace ya más de medio siglo.
Al margen de las penurias sufridas por Orwell, la explotación laboral y los míseros sueldos, el aspecto que quedó conmigo fue el contraste con los opulentos comensales a quienes sirvió y cuyos platos fregó en lujosos hoteles entre trabajo y trabajo, y la humillación que sintió a manos de quienes le tenían como inexistente, una no-persona que no merecía su respeto o consideración.
Los clientes no pudieron saber que su demacrado camarero había estudiado en el elitista colegio de Eton, o que un día sería el afamado autor de distopías consideradas de entre las obras de ficción más influyentes del siglo XX, pero, aunque no hubiese tenido la ventaja de una posición social privilegiada y de una selecta educación, merecía un trato respetuoso y amable como todo ser humano de cualquier trasfondo o condición.
En nuestros días, muchos de los empleados de la restauración viven lejos de su patria y procuran sacar adelante una familia con un sueldo muy modesto, no por decisión propia como George Orwell, sino por circunstancias ajenas a su voluntad, y se merecen nuestro respeto y consideración.
Al pensar en estas cosas me viene a la mente la historia que tantas veces he recordado, la escena donde una viuda extranjera, Rut la moabita, encontró amparo y protección en los campos de un rico hacendado llamado Booz, a quien dijo asombrada: «¿Por qué he hallado gracia en tus ojos para que me reconozcas, siendo yo extranjera? » (Rut 2:10).
He ahí el quid de la cuestión (en alusión fortuita a nuestro título). Booz reconoció en ella una mujer digna de su respeto y generosidad, reflejo del amor de Dios bajo cuyas alas la moabita había buscado refugio, como él mismo confesó (Rut 2:12).
El encuentro entre Rut y Booz fue providencial, y no sabemos cuál puede ser la consecuencia de cualquier acto de simpatía o bondad por nuestra parte, como el propio Señor declaró (Mt. 25:35-40). El autor de la Carta a los Hebreos animó a sus lectores con esta llamativa exhortación: «No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles» (Hebreos 13:2). Estemos, pues, atentos a cualquier oportunidad.
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